"Atraganta-luna-miento"
Las palabras se agolpan en mi garganta de tal manera, que ya he estado a punto de atragantarme varias veces. Y ásí he llegado al primer pensamiento del que necesito hablar o más bien vomitar. El miedo a morir atragantada. ¿Hay alguién a quién no se le haya pasado por la cabeza en alguna ocasión que ese trozo de zanahoria que tan ricamente se dispone a saborear en realidad es una asesina en potencia? ¿Y qué me dicen del pan tostado? El caso es que mastico y mastico, pero mi esófago cada vez parece más pequeño. Dicen que es nervioso. ¡Menuda novedad! El caso es que he pensado que si me libero de la angustiosa sensación que me produce tragar cualquier tipo de alimento (que no haya sido previamente triturado), igual desaparece. Para colmo con el descenso de temperaturas, he cogido un enfriamiento de esos que te embota la nariz y te pone cara de idiota, y sólo puedo respirar por la boca. Resultado: me he convertido en una equilibrista, en una funambulista de la comida. Me agoto incluso antes de empezar. Controlar que no respiro cuando trago algo que he conseguido masticar sin olvidarme de respirar.... y vuelta a empezar con el siguiente bocado.
Al tema de tragar pastillas, cápsulas, grageas, etc., habría que darle de comer aparte. Siempre pienso que se me han quedado incrustadas en medio de la garganta. Allí donde acaba la lengua. Bueno, donde supongo que acaba porque no lo he visto nunca. Y no será porque no la saco delante del espejo del aseo cuando acabo de ingerir alguna pastilla... más toneladas de agua para confirmar que ya llegó a mi estómago. No permito que me hablen cuando lo hago y si hay mucha gente en casa, me encierro en el cuarto de baño para concentrarme. Abrir la boca, colocarla en el centro de la lengua, beber agua, inclinar la cabeza hacia atrás (mi farmacéutico me dijo que hay que hacer justo lo contrario, inclinar la cabeza hacia adelante. Lo probé y lo único que confirmé es que ese hombre no ha tomado una pastilla en su vida) y abrir nuevamente la boca para comprobar que ya no está. ¿Porqué sólo los ansiolíticos se deshacen en la boca? (vale, también algún antiestamínico, pero poco más) ¿Porque los antiinflamatorios son torpedos enormes imposibles de partir, machacar y tragar? ¿Quién decide esos sabores tan horribles? Los medicamentos para niños bien saben a fresa, plátano, manzana, ¿Porqué se supone que adultos vamos a estar encantados con el gusto por lo metálico? ¿Se han extingido los jarabes? Yo adoraba los jarabes de pequeña. Son igual de efectivos y tan fáciles de tragar... Tragar, comer, me ha entrado hambre. Creo que quedan flanes en casa.
27 agosto 2006
Publicado por
Carmen Salas
en
6:53 p. m.
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