29 junio 2008

Cambio de rumbo

Os informo del fin de este blog. El cuerpo me pedía un cambio acorde con mis nuevas inquietudes, o lo que es lo mismo mi entrada en el mundo editorial como correctora y he creado un nuevo blog. Si os apetece saber un poco más, os animo a que lo visitéis:

http://corrigesimequivoco.blogspot.com

Un abrazo.

18 febrero 2008


Adolescencia huérfana

Así me sentí el lunes pasado, cuando recibí la noticia: "Mari, Cristina ha muerto". Sí, la Mari soy yo (aunque en esos momentos me hubiera gustado no serlo); realmente lo fui hace muchos años, los años del cole en los que las amigas (Cristina entre ellas) me llamaban así: Mari o La Mari, y los chicos y sus padres la Salas.

Los escuché de nuevo en los pasillos del tanatorio de Collserola cuando, aún sin rehacerme de la noticia, acudí a despedirme de ella. Cuando llegamos y pregunté en información di su nombre para saber la sala a la que debíamos acudir, deseé que la recepcionista me dijera que debía haber un error, que allí no había ninguna Cristina Gea registrada. Pero no, la realidad se impuso y casi sin levantar los ojos del ordenador sentenció: "La número 16".

Cristina. Nuestra dulce, risueña y atrevida Cristina... Todo era posible para ella. Siempre dispuesta para la acción. Nunca la vi con miedo a nada. Siempre hacia adelante. Disfrutando de la vida al 100%. Nadie daba crédito. Después de saltarse hace seis años un cáncer de estómago brutal todos creímos que había conseguido arrancarle a esa cruel enfermedad algo de inmortalidad. Y ya no os cuento cuando a los tres años de superarlo nos dijo que se había vuelto a quedar embarazada. ¿Podía después de la quimio?, nos preguntamos todos. No conozco más casos, pero siempre escuché decir que no se podía. Ella sí. Como siempre, hacía lo que se proponía, como buena maña, y siempre sin perder la sonrisa de los labios.
Y así vivió feliz e ilusionada, exprimiendo a la vida todo su jugo ("no hay tiempo que perder, me faltan horas", se le escuchaba decir) hasta hace apenas unas semanas. Momento en el que el tiempo pisó el acelerador y se la llevó sin saber bien lo que estaba pasando.

En el responso (sin flores, sin misas, ella huía de todo eso), una mujer que no la conocía de nada nos dedicó a todos los presentes un extensa y amable carta descriptiva de cómo era Cristina, de lo que le gustaba y de lo que no, de cómo quería a sus hijos (Luna de 8 y Moisés de 3) y de cómo vivió su vida como quiso. Y sí, sus palabras, dictadas por los recuerdos de los que más la quisieron, eran ciertas, pero yo necesitaba también decirle unas palabras propias, que Cristina era mucho más que eso, que era una luchadora incansable, una mujer que no merecía irse tan pronto. Que ha sido una gran putada su marcha. Que nos ha dejado huérfanos a nosotros también. A sus amigos.

La Mari
La imagen aparece en elblogdelamanzana.blogspot.com

18 enero 2008


Mañana

Un hombre de mediana edad entra en una pequeña y añosa bodega del barrio de Gracia. Con paso lento, se acerca a la barra y pide una copa de vino. El que le sirve le saluda como si le conociera. Como si se tratara de un cliente de tiempo.


El hombre responde con un gesto tímido y no acierta a decir nada durante largo rato. Hasta que se acaba su consumición y busca la mirada del dueño para hacerle saber que quiere una segunda copa.


El bodeguero se sorprende. En todos los años que lleva sirviéndole nunca ha pedido dos veces seguidas. Mientras se acerca con la botella entre las manos, se da cuenta de lo desbordados que parecen sus pensamientos y le pregunta, aunque sin muchas ganas. Se huele que la respuesta no va a ser muy fácil de digerir.

-¿Todo bien, amigo?
-Más o menos.
-Seguro que no es para tanto. A veces nos parece que los problemas nos van a comer, pero sólo hay que alimentarlos uno a uno, eh?
- Puede ser, pero el que tengo yo es un poco más complicado. En Navidades me diagnosticaron un cáncer de garganta y me dijeron que, a lo más, me quedaban cuatro meses.
-...
-Dicen que la única posibilidad de alargarme la vida pasa por quitarme la mandíbula y ponerme una prótesis, que durante un año no me permitirá comer apenas nada. Pero tampoco es seguro que sirva de mucho y lo malo es que tengo que elegir una de las dos en poco tiempo.
-¿Cuando?
-Mañana.


Chicos, me gustaría decir que este relato es producto de mi imaginación, pero es verídico. La historia la escuchó mi pareja en esa misma bodega donde el hombre confesaba sus dudas.

La imagen aparece publicada en www.igooh.com.ar/Nota.aspx?IdNota=6391

03 diciembre 2007


Egoísmo

El otro día sufrí un ataque brutal. Estuve a punto de ceder a uno de esos bajos instintos que nos cuesta tanto reconocer en nosotros mismos y que, sin embargo, vemos sin dificultad en el vecino de en frente. Me refiero al egoísmo. Todo para mí y los demás que se jodan. Os cuento la experiencia.

Me encontré un móvil de última generación en plena calle, entre dos coches. Al principio pensé que era de juguete, después que estaría roto, pero cuando mi mano lo elevó desde el infierno al cielo comprendí que estaba en perfecto estado y que había sufrido un flechazo tecnológico. Era el destino.

Como si me hubiera formado en la mejor escuela de espías, miré a ambos lados y lo introduje en el bolsillo derecho de mi abrigo. Dejé la mano dentro, acariciándolo suavemente y no lo saqué hasta que me hallé segura dentro del coche. Entonces, como si estuviera desvelando un gran secreto, se lo enseñé a mi pareja con cara de triunfo. Pero ¿qué tipo de triunfo era aquel? ¿a quién había vencido? Más bien era yo la derrotada, por un egoísmo puro, decontrolado que quería aquel móvil a toda costa. Era mío, mío, mi tesoro...

En voz alta comenté "¿y si intentamos localizar al dueño para devolvérselo?", pero mientras llamaba pensaba "Que no lo cojan, que no lo cojan". Es mío, mío, mi tesoro...

Sobra decir que tengo móvil y que en el plazo de siete días tendré uno nuevo, pero nada de eso importaba entonces. Además quería aquel. Y sólo pensaba en la manera de liberalizarlo y borrar la foto del niño que me miraba desde la pantalla para dejar de tener conciencia de buena persona.

Mi pareja dejó la decisión a mi elección y, sola ante el peligro, me empecé a angustiar terriblemente. Tenía sobre mis hombros un diablillo enorme haciendo turno doble, gritándome, dándome instrucciones sobre lo bien que me lo pasaría con él, con mi nuevo amigo...

Por suerte reaccioné pronto, le di un par de bofetadas al diablillo, llamé nuevamente al teléfono "casa mamá" del móvil y localicé al dueño del teléfono, que parecía aún más sorprendido que yo por la llamada. ¿Es que nadie las hace?

Media hora más tarde se lo entregaba en mano y el jóven estudiante (resultó que iba al mismo instituto al que fui yo) todavía tenía cara de sorpresa y susto ¿Acaso pensaba que iba a pedirle dinero a cambio? Puede ser.

Lo que importa es que yo me quedé bien satisfecha y que mantuve a raya a Mr. Hyde, aunque siento que hay que estar alerta, no bajar la guardia nunca... Qué estrés.

La imagen es de la obra de poesía visual Un signo de egoísmo, de Txaro Sierra

23 noviembre 2007


Automedicarse

Nunca pensé que acabaría defendiendo esta práctica, pero puntualmente voy a hacerlo. Ahora os explico el porqué:

Hace una semana que padezco un resfriado bastante fuerte -complicado con mi habitual alergia-, lo que me ha hecho acabar con las reservas de pañuelos de varios supermercados.

Hace tres días, harta de moquear, acudí a mi doctora y ésta me recetó un antiestamínico "contundente", tanto que no se aconseja tomar más de 10 días (y no quiero extenderme en los posibles efectos secundarios, pero os diré que podrían considerarse familiares de los del uranio). El caso es que al día siguiente la nariz empezó a admitir ciertas dosis de oxígeno, pero el pecho (y no me refiero a los senos, claro) me dolía horrores y me faltaba el aire.

Acudí entonces al médico de guardia y le comenté los antecedentes. Este segundo especialista me conminó a dejar el antiestamínico y, después de auscultarme, me recetó un jarabe y paracetamol.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando tras leer el prospecto del jarabe comprobé que su objetivo era únicamente acabar con mis ataques de tos, ataques que por cierto no tenía. Entonces, me fuí a una farmacia y después de consultar el caso llegué a la conclusión de que lo que más necesitaba era un mucolítico, y eso compré.

De eso hace un día y medio y puedo decir que empiezo a ver la luz.


La imagen procede de andres.bahiadesign.com/?p=27