25 mayo 2007



Solidaridad por defecto... y obligación

Esta vida tan "apretada" que llevamos nos quita tiempo para todo y nos obliga a reducir nuestros razonamientos a su mínima expresión porque nos falta tiempo para poder alargarnos en divagaciones o dudas. Así que cuando se nos presenta una situación inesperada, tiramos de generalizaciones para salir del paso, aunque eso suponga hacer pagar a justos por pecadores.
Evidentemente esto lo piensas cuando por alguna razón, te expulsan del rebaño de ovejas y vuelves a darte cuenta de que en la vida no todo es blanco y negro y de que la lógica puede resultar bastante engañosa. Os pongo un ejemplo.

Estos dolores míos de cadera me impide aguantar de pie mucho rato, lo cual me obliga a buscar dónde sentarme (haya o no asiento a mano) allí donde tengo que guardar cola, ya sea el banco, la panadería o una parada de bus. Como soy jóven y mi dolencia no se aprecia a simple vista, nadie se siente en la necesidad de cederme el asiento, si lo hay y cuando lo he pedido explicando mi problema, me lo han negado porque pensaban que les mentía.

Todo esto me ha llevado a que casi nunca cojo un autobús, porque las posibilidades de conseguir asiento libre es casi nula. Pero el otro día me pareció que había plazas libres y me aventuré a subirme en uno. Y sí, no fue un espejismo. Había varias plazas libres y no tuve que pelearme con nadie para conseguir una. El caso es que a lo largo de su recorrido el bus se fue llenando de pasajeros y héte aquí que cuando estaba a midad de mi trayecto y con el bus a tope, se montó una embarazada de unos siete meses.

La jóven futura mamá se situó a mi lado y automáticamente todas las miradas se dirigieron hacia mi, unas con incredulidad, otras con mala leche y otras con ganas de pegarme. Me sentí fatal. Yo siempre he sido de las que ceden el asiento a todo dios, pero eso no cuenta. Para ellos la situación era tan injusta!!! Y además siendo yo también mujer!!! Ya estaba sentenciada. Estuve a punto de darle una explicación a la embarazada, pero estaba convendida de que no me creerían, y que si perdía mi asiento, nadie me cedería uno, así que aguanté como pude y, cual "asesina" me bajé del bus al llegar a mi destino.

Para evitar linchamientos futuros estoy pensando ponerme una chapa explicativa al estilo de aquellas "He adelgazado 50kg. Pregúnteme cómo", o grabar un cassette con mi caso para activarlo cada vez que la "masa" intente lincharme. ¿A alguien se le ocurre alguna otra solución?


La imagen del bus pertenece a la web moviendocubos.blogspot.com/2006/05/conseguir-....

5 comentarios:

Luciérnago dijo...

Situación complicada la tuya. Evidentemente es una dolencia que no se ve a simple vista. Y por mucho que lo digas, no te van a creer. Es duro, pero no le veo salida. Como no sea la de evitar los autobuses. Es muy injusto y me ha dado pena este post, que no lástima. Pena porque parece que sólo cuenta lo que se ve, pero muy pocas veces lo que llevamos dentro. ¡Ánimo! Y gracias por reabrir el blog.

Carmen Salas dijo...

Me alegra que el post no destile lástima, porque no me siento mal. Podría estar mejor, claro, pero ayer leí la historia de una chica que padece una extraña dolencia que la obliga a orinar cada 15 minutos. ¡De día y de noche!!! Así que ya ves. Yo, aforturnadamente, puedo llevar una vida bastante normal, pero sin tiempo para charlar en medio de la calle, con nadie (je, je). El humor, que no se pierda

Ana dijo...

Hola Carmen,
leer tu post me ha abierto un poco los ojos, porque aunque crea que no tengo prejuicios, supongo que en alguna ocasión he sido injusta con alguien.
Es un mal endémico y creo que a pesar de no querer hacerlo, nos sale esa vena tan poco empática.
Y lástima, nunca. Tu humor seguro que te he hace todo más llevadero.
Un saludo.

Ana dijo...

Se me olvidó (como siempre) decirte que he llegado hasta aquí desde el blog de luciérnago. Y encantada, por cierto!

Carmen Salas dijo...

Muchas gracias por tus mensajes, Ana. Si algo bueno me ha dado este problema mío es que además de andar más despacio también tengo más tiempo para pensar y descubrir nuevas realidades que antes me pasaban absolutamente desapercibidas, como a la mayoría.