Al borde del desmayo
Siempre me ha dado miedo desmayarme. Seguramente porque nunca me ha sucedido. Bueno, en una ocasión estuve muy cerca. Fue estando de vacaciones en Cádiz. Demasiado calor y poca hidratación estuvieron a punto de llevarme a la inconsciencia. Pero me zafé. Me parece algo de lo más misterioso y siniestro que me puede acontecer. Una vez, mientras esperaba el autobús, una señora se desplomó sobre mi. Hacía dos segundos que se había sentado a mi lado y hasta llegó a darme los buenos días. Después sentí todo el peso de su cuerpo, temporalmente muerto, sobre el mío y casi me da un infarto. No sabía qué hacer y por suerte para ella, no tuve que averiguarlo porque tras un breve espacio de tiempo, se despertó. A partir de ese día el desmayo pasó a engrosar la lista de mis obsesiones y cada vez que siento que mi cerebro tiene ganas de tomarse unas repentinas vacaciones, empiezo a temblar. Y a tragar. Porque en la mayoría de los casos, el desmayo se debe a la carencia de glucosa o simplemente de un buen bocata de jamón. Así que ya me tienes a mí, bebiendo agua azucarada o aquarius (soy adicta desde el pasado verano) a la vez que ingiero almendras saladas y lo que se me ponga por delante. Mejor dicho, lo que pongo yo en mi bolso, que nada tiene que envidiar a los baúles de la Piquer. En mi bolso nunca falta ni una cosa ni la otra y a la míníma saco el "preparado" y me pongo a comer como una adicta ante el asombro de los demás. Entre las cosas que suelen viajar conmigo puedo contar plátanos, patatas fritas, sandwiches, caramelos, galletas (dulces y saladas), etc.
Nota aparte merecería la vez que el mareo me duró varios días (una bajada de tensión causada por es estrés) y me fui al hospital. Debí pintar tan mala cara que hasta me hicieron un escáner de la cabeza para descartar cosas peores. Y es que la aprensión es otra de las causas. ¿Os lo había comentado?
31 agosto 2006
Publicado por
Carmen Salas
en
3:28 p. m.
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