31 agosto 2006

Al borde del desmayo
Siempre me ha dado miedo desmayarme. Seguramente porque nunca me ha sucedido. Bueno, en una ocasión estuve muy cerca. Fue estando de vacaciones en Cádiz. Demasiado calor y poca hidratación estuvieron a punto de llevarme a la inconsciencia. Pero me zafé. Me parece algo de lo más misterioso y siniestro que me puede acontecer. Una vez, mientras esperaba el autobús, una señora se desplomó sobre mi. Hacía dos segundos que se había sentado a mi lado y hasta llegó a darme los buenos días. Después sentí todo el peso de su cuerpo, temporalmente muerto, sobre el mío y casi me da un infarto. No sabía qué hacer y por suerte para ella, no tuve que averiguarlo porque tras un breve espacio de tiempo, se despertó. A partir de ese día el desmayo pasó a engrosar la lista de mis obsesiones y cada vez que siento que mi cerebro tiene ganas de tomarse unas repentinas vacaciones, empiezo a temblar. Y a tragar. Porque en la mayoría de los casos, el desmayo se debe a la carencia de glucosa o simplemente de un buen bocata de jamón. Así que ya me tienes a mí, bebiendo agua azucarada o aquarius (soy adicta desde el pasado verano) a la vez que ingiero almendras saladas y lo que se me ponga por delante. Mejor dicho, lo que pongo yo en mi bolso, que nada tiene que envidiar a los baúles de la Piquer. En mi bolso nunca falta ni una cosa ni la otra y a la míníma saco el "preparado" y me pongo a comer como una adicta ante el asombro de los demás. Entre las cosas que suelen viajar conmigo puedo contar plátanos, patatas fritas, sandwiches, caramelos, galletas (dulces y saladas), etc.
Nota aparte merecería la vez que el mareo me duró varios días (una bajada de tensión causada por es estrés) y me fui al hospital. Debí pintar tan mala cara que hasta me hicieron un escáner de la cabeza para descartar cosas peores. Y es que la aprensión es otra de las causas. ¿Os lo había comentado?

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