¡¡Echa el cerrojo!!
Rara es la vez que no escucho esa sentencia cuando estoy dentro un aseo público. Sería fácil evitarlo, pero el caso es que soy incapaz de encerrarme voluntariamente en ningún sitio, y mucho menos en un espacio tan reducido como el de una caja de zapatos. Y tan maloliente e insalubre. Porque mira que los hay pestilentes. Los peores son los que no te esperas. Aquellos que pertenecen a restaurantes de más o menos diseño, que no reparan en gastos en cuestiones de mobiliarios, pero se quedan muy pero que muy cortos en cuanto a la renovación de los aseos. La verdad es que no creo que a nadie le apetezca quedarse más de lo necesario. Y mucho menos si es en contra de tu voluntad. Anda que no me ha ocurrido en más de una ocasión. Y ya puedes gritar, que nadie te escucha. Que mal rato. Así que ya hace mucho que me niego a echar el cerrojo. El mero hecho de pensar que una puerta no va a abrirse cuando yo lo decida me saca de mis casillas. La palabra técnica es "claustrofobia". Los especialitas dirían que es una cuestión nerviosa. ¡Menuda novedad!
Como no cierro el pestillo, sino que lo sustituyo por la parte de mi cuerpo que tenga libre en ese momento (no es un detalle sin importancia ya que, según el espacio o la estación del año, puede ser un pie, el codo, la mano, la cabeza...) la puerta acaba por ceder ante el ímpetu del que necesita entrar. Debería volverse al sistema de la bombilla encendida. Si está verde es que está vacío y si la luz es roja, pues te toca esperar. En los trenes de cercanías se mantiene.
A veces, he tirado de la ayuda de amigos, que muy amablemente, vigilan la puerta desde fuera evitándome el estrés que comporta hacer pipí u otros menesteres con la sensación de que en cualquier momento alguien va a intentar usurparte la taza del water. Pero ya son las menos. Llega una edad en la que ir acompañada de tus amigas al servicio, pues como que no se lleva y claro, te toca madurar... y en mi caso, ejercitar el bíceps.
03 septiembre 2006
Publicado por
Carmen Salas
en
5:29 p. m.
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2 comentarios:
No me lo puedo creer que lo hayas olvidado tan rápido. Hace tan sólo tres días estuvimos las dos juntas compartiendo lavabo, el de un bar en la estación de Sitges, y bien cerraditas con nuestro pestillo echado. Haz memoria...
Es cierto, pero en compañía la claustrofobia disminuye y, además, el cerrojo se deslizaba con muuucha facilidad. ¿Te crees que no lo comprobé?
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