La caja tonta
Cuando me instalé en mi casa, hace ya casi cinco años, decidí que no iba a tener televisión. De pequeña no me gustaba en exceso, pero mi hermano mayor la adoraba. Se pasaba horas pegado cual ventosa a los azulejos de la cocina y al final, me enganché yo también. Hubiera resultado impensable deshacernos de ella. Mi padre no nos lo habría permitido. Sólo lo he visto enfadarse (y mucho) en dos situaciones: cuando tenía hambre y la cena no estaba lista y cuando había partido de fútbol (fuera de la división que fuera) y alguien decicía ver otro espectáculo en otra cadena.
A pesar de todos estos antecedentes, al comprarme mi propia casa, decidí vivir sin TV, o por lo menos intentarlo. Unos meses antes de irme a vivir sola había conocido a una chica que también lo había hecho y se la veía muy feliz. El día que me invitó a su casa a comer, me sentí ciertamente extraña, pero al cabo de unos minutos, ya me parecía que yo también podría conseguirlo.
Para pasar el mono me compré una cadena de música y me propuse revisar mis libros preferidos. Además, también me programé citas con casi todos mis amigos y tomé notas para decorar mi hogar. Hice de todo, pero aún así aguanté... una semana. Nada más. Seguramente debería haber pedido ayudar exterior, pero ¿a quién?
En mi anterior trabajo conocí a un chico que no sólo no tenía tele, sino que sólo leía noticias relacionadas con su trabajo. Era informático. El caso es que cuando un día le dije que el príncipe Felipe tenía novia, se me quedó mirando con cara de pocker y sólo acertó a preguntarme "¿Quién?". No daba crédito. Cómo era posible que alguien no supiera quién era nuestro principito. Me entró un vértigo increible. Estuve a punto de arriesgarme y preguntarle qué sabía sobre Julián Muñoz y la corrupción en Marbella, pero si me llega a decir que no sabe nada de Cachuli ni de la Pantoja, puede que me hubiera desmayado.
Opté por abandonar el trabajo precipitadamente y chutarme tres horas seguidas de programación variada para tranquilizarme. Y así seguí hasta hace unos días cuando intenté apagar la caldera con el mando a distancia de la tele. ¿Porqué no podía?. De repente, tuve la sensación de acabar de despertarme después de una sesión de hipnosis y me ví, de pie, frente a la caldera, con el mando en la mano y sin saber muy bien qué estaba haciendo.
Cambio de casa
Dentro de pocos meses me iré a vivir a otro piso con mi pareja, que muy comprensiblemente, me ha sugerido que lo vuelva a intentar y no vamos a comprar ninguna TV ni a permitir que nos la regalen mis padres. Puede que eso suponga que no vengan a visitarnos nunca, pero creo que me arriesgaré. En caso contrario, puede que dentro de poco a quien desconecten sea a mi.
La imagen es de almadormida.blogspot.com
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