03 diciembre 2007


Egoísmo

El otro día sufrí un ataque brutal. Estuve a punto de ceder a uno de esos bajos instintos que nos cuesta tanto reconocer en nosotros mismos y que, sin embargo, vemos sin dificultad en el vecino de en frente. Me refiero al egoísmo. Todo para mí y los demás que se jodan. Os cuento la experiencia.

Me encontré un móvil de última generación en plena calle, entre dos coches. Al principio pensé que era de juguete, después que estaría roto, pero cuando mi mano lo elevó desde el infierno al cielo comprendí que estaba en perfecto estado y que había sufrido un flechazo tecnológico. Era el destino.

Como si me hubiera formado en la mejor escuela de espías, miré a ambos lados y lo introduje en el bolsillo derecho de mi abrigo. Dejé la mano dentro, acariciándolo suavemente y no lo saqué hasta que me hallé segura dentro del coche. Entonces, como si estuviera desvelando un gran secreto, se lo enseñé a mi pareja con cara de triunfo. Pero ¿qué tipo de triunfo era aquel? ¿a quién había vencido? Más bien era yo la derrotada, por un egoísmo puro, decontrolado que quería aquel móvil a toda costa. Era mío, mío, mi tesoro...

En voz alta comenté "¿y si intentamos localizar al dueño para devolvérselo?", pero mientras llamaba pensaba "Que no lo cojan, que no lo cojan". Es mío, mío, mi tesoro...

Sobra decir que tengo móvil y que en el plazo de siete días tendré uno nuevo, pero nada de eso importaba entonces. Además quería aquel. Y sólo pensaba en la manera de liberalizarlo y borrar la foto del niño que me miraba desde la pantalla para dejar de tener conciencia de buena persona.

Mi pareja dejó la decisión a mi elección y, sola ante el peligro, me empecé a angustiar terriblemente. Tenía sobre mis hombros un diablillo enorme haciendo turno doble, gritándome, dándome instrucciones sobre lo bien que me lo pasaría con él, con mi nuevo amigo...

Por suerte reaccioné pronto, le di un par de bofetadas al diablillo, llamé nuevamente al teléfono "casa mamá" del móvil y localicé al dueño del teléfono, que parecía aún más sorprendido que yo por la llamada. ¿Es que nadie las hace?

Media hora más tarde se lo entregaba en mano y el jóven estudiante (resultó que iba al mismo instituto al que fui yo) todavía tenía cara de sorpresa y susto ¿Acaso pensaba que iba a pedirle dinero a cambio? Puede ser.

Lo que importa es que yo me quedé bien satisfecha y que mantuve a raya a Mr. Hyde, aunque siento que hay que estar alerta, no bajar la guardia nunca... Qué estrés.

La imagen es de la obra de poesía visual Un signo de egoísmo, de Txaro Sierra

5 comentarios:

Malabarista Lunar dijo...

Todavía quedan personas honradas en el mundo. Como aquella que encontró la cartera de una amiga con 120 euros en su interior (más toda la documentación, claro) y se la devolvió tal cual...
Por cierto, ¿eres la "Carmen Salas" del master en Edición?

Lunartica.

Carmen Salas dijo...

Pues sí, soy la misma Carmen Salas.

Saludetes,

Anónimo dijo...

Carmencita, entiendo perfectamente de qué hablas, porque me pasó algo similar pero con el salario de una persona que encontré en el estacionamiento del supermercado. Por supuesto que siempre pensé en buscar a su dueño (que dicho sea de paso encontre porque dentro del sobre estaban los datos de la empresa, ademas del dinero), pero la adrenalina y esa cosa de "espía por un momento" se siente tal cual. Besos.

Carmen Salas dijo...

Pues sí, resulta de lo más interesante observar el "fenómeno".
Besos

Txaro Sierra dijo...

Hola Carmen.
Soy Txaro Sierra. la autora del poema visual "Un signo del egoísmo"
te he mandado un comentario pero no sé qué ha pasado. te paso mi e mail :
txarosierra@euskalnet.net y te paso poemas.

me ha alegrado conocerte.