09 septiembre 2006

Desengaño, ¿Para qué te quiero?
Para nada. Un desengaño, no aporta nada más que lo que su propia definición indica. Es una decepción, una desilusión, un fracaso, en definitiva. Y todos esos sentimientos, bien batidos y servidos en copa larga, son los que se sienten cuando, por ejemplo, llamas a alguien a quien aprecias y del que hace mucho que no tienes noticias y a los cinco segundos de iniciar la conversación piensas "¿Pero quíen coj... me manda?" Nadie, claro. Tú solita te has metido en semejante berenjenal que, a priori, parecía iba a ser algo de lo más agradable. Pero resulta un desastre. Esa especie de pseudoconversación en la que vais a destiempo, cada uno por una pista diferente, no tiene solución desde el primer "Hola, ¿qué es de tu vida?". Insistes en darle una oportunidad, deseas, como una loca, que se produzca el famoso "feed-back" que tan gloriosas charlas suele regalarte, pero no aparece. Tu interlocutor se queda como mudo, sin apreciar la gran oportunidad que le estás brindando para que se desahogue. Para que diga todo lo que que apetezca. Prefiere pasar de amigo a conocido en un instante. Se siente molesto por tu pregunta y no entiende que esperes que todo le vaya bien. ¿Por qué? Cuando cuelgas tu cara es un poema. Una mezcla de estupor, idiotez y mal color, que si no fuera porque no sueles, diríaa que se asemeja a la de los que se colocan con bastante asiduidad.
En fin, que me ha hecho recordar aquella otra vez (hace muchos años ya; demasiados, porque si no, me habría evitado la repetición de la escena, aunque quién sabe) en la que iba yo por las calles de mi ciudad y me crucé con otro "amigo". Yo andaba con bastante prisa, pero su efusivo saludo hizo que me detuviera en seco. ?Quién puede negarle la palabra a alguien que se te acerca tan cariñosamente?:
"Cuánto tiempo sin verte", "¿Qué es de tu vida?", me inquirió. A lo que yo me dispuse a contestar con la mejor de mis intenciones. Pero no pude. Sencillamente porque en cuanto inicié mi exposición de hechos, me cortó en seco argumentando que "Sólo era una frase hecha". Me quedé casi estupefacta como ahora. Entonces no tuve espejo donde mirarme, pero estoy segura de que mi cara era idéntica a la que tengo ahora.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Hola. Me he pasado por tu blog y me parece muy interesante.
Saludos.

Victor Fernandez

Carmen Salas dijo...

Pues muchas gracias Victor. Hace días que no escribo, pero tu mensaje resulta muy alentador.

Andrea dijo...

Hola Carmen
Me alegra mucho poder visitar tu blog!!!