04 diciembre 2006

Detalles que marcan la diferencia
En esta vida hay una primera vez para todo, lo cual no deja de ser un aliciente, pero supongo que también tiene que ver a qué tipo de experiencia nos referimos. Yo, a una literaria. La amiga de la madre de una amiga de una amiga mía (Laurita), presentaba su primera novela y me pidió si podía presentársela. De entrada, no me entusiasmó la idea porque, hablar sobre la vida y milagros de una persona que no conoces me resulta incomprensible. Pero Laurita insistió tanto: "Que mira que la mujer (la autora) es muy maja, que no tiene a nadie y le he hablado de ti y está encantada...,". Además, y obviando el "que la editorial no tiene dinero para cubrir el acto", por mi idea romántica de que la literatura está por encima del dinero en estas ocasiones, le dije que sí, si la novela me gustaba. Me la pasó y bueno, como toda "ópera prima" presentaba muchos frentes abiertos, pero se dejaba leer. Así que confirmé mi asistencia.
Quedé con la autora un par de días antes para conocernos y debo decir que me cayó bien. Eso me tranquilizó porque presentar a alguien a quién no soportas debe de ser terrible. De hecho, no conozco ningún caso, pero bueno, seguro que lo hay.
El caso es que llegados el día de autos, y presente yo en el auditorio unos 10m antes, me encontré con que Ana, una amiga de la autora y compañera de un curso de novela, iba a presentarla también. Esto en sí, no supone ningún problema, pero el caso es que me ví "obligada" a repasar mi presentación con la suya para no pisarnos.
Iniciado el acto, el editor se olvida de presentarme, lo cual hice yo, ante la mirada sorprendida de los allí presentes. Menos la de mi novio, claro que me apoyaba entre la multitud.
La autora se mostró ausente durante toda mi disertación (bastante "ensucrada" y con exceso de floritura, por cierto) y no entró al trapo de las muestras de complicidad que le brindé. Acto seguido, tras la exposición de su compañera de curso, se la pudo ver exultante y entusiasmada.
A esas alturas de la película, yo ya me estaba preguntando el típico "¿Pero qué coño hago yo aquí???". No obtuve respuesta.
Y sigo igual. Dejé a la autora firmando ejemplares a sus amigos y ni un e-mail de cortesía he recibido agradeciéndome el detalle. No me malinterpreten. Acudí por tenerlo yo con alguien que empieza y bueno, sólo esperaba que me pagara con la misma moneda. Al fin y al cabo son ese tipo de cosas las que marcan la diferencia. Y son gratis.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Carmencita:
A dos reflexiones me lleva tu relato. Más de una vez tenemos que preguntarnos ¿qué "carajo" hacemos en un lugar? y seguimos sin aprender (me incluyo rabiosamente). La otra cuestión es lo "que hace la diferencia". Realmente, como actitud, es algo que no termino de comprender. ¿Acaso no sigue siendo mucho mejor ser agradecido y considerado?. Sigo hablando de mi caso y digo: me sigue resultando la mejor opción... En fin... Un beso enorme.

Carmen Salas dijo...

Hola Susana, muchas gracias por tu mensaje.

Ya ves que estoy de acuerdo con que no hago las cosas por lo que voy a recibir, pero eso no resta importancia, según mi punto de vista, a los pequeños detalles que enriquecen nuestras relaciones personales.
Además, eso de "ser agradecido", puede tener unos tintes de aceptación de lo que te venga, quizás heredados de la educación católica con los que no estoy nada de acuerdo.

Luciérnago dijo...

Ostras, a mí me pasó lo mismo. Me invitó un amigo pintor a hablar de su nueva colección. Me preparé bien el texto con guiños y bromas. Creo que una de ellas no le hizo mucha gracias. Había autoridades locales y gente 'de bien'. Y claro, la broma, era sobre lo caros que eran los cuadros. En fin, que cuando salí de la sala a rebosar de camino a casa me sentó sólo y vacío. Como tú, creo.