20 noviembre 2007



Sigo con la recuperación de relatos de hace siete años. Éste tiene mucho que ver con las emociones menos "populares" de la Navidad.


Silencio

María odiaba las despedidas y prefirió ver la escena desde el balcón, dando tiempo a que las figuras de su hermano, su cuñada y su sobrino -de apenas dos años- se hicieran, poco a poco, más pequeñas. Aquella visita inesperada, el día de Navidad, la había desestabilizado más de lo previsto y no se había sentido con fuerzas para acompañarles hasta el coche, ver cómo se acomodaban después de guardar las maletas y los regalos y le dedicaban mudos adioses desde el otro lado de los cristales.

Cuando el reencuentro empezó a convertirse en recuerdo, se sentó en el lado izquierdo del sofá, como solía hacer siempre, con el mando de la televisión entre las manos, en completo silencio, y antes de volver a su realidad cotidiana, dejó que el eco de la risa y de las carreras incontroladas de su sobrino pusieran voz al dolor.

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